18 noviembre 2010

Es que... L@ quiero...


- Pero... ¿por qué?.

- Eso ya lo habíamos hablado hace mucho...

- Ok.



Y empieza de nuevo la historia sin fin, aquella donde las cosas que "ya se habían hablado" cambian de contexto, de sabor, de color y finalmente nunca quedaron claras o ya caducaron.

En ocasiones, pareciera que cuando se mezclan sentimientos profundos en las relaciones humanas, ya sean amistosas o amorosas, las cosas se complican cuando hay que ser objetivos... ¡Vaya ironía! siempre dicen "cuando hay cariño todo es más fuerte, todo se puede solucionar", pero en la acción nunca es así. Al contrario, comienza uno a pensar "es que l@ quiero, debo ser más paciente" o "si no l@ quisiera todo sería más fácil", o el típico "es que somos amigos de tantos años"; y entonces comienzas a dejar pasar cosas que no te laten, que no estabas de acuerdo y comienza a crecer la bola de nieve cargada de futuras discusiones. ¿Cómo ser objetivos entonces con lo que se ve?, ¿cómo tomar las decisiones correctas?... sí, estamos en terrenos peligrosos y arenas movedizas ya que muy difícilmente las decisiones que tomemos corresponderán con lo que deberíamos, lo que es saludable mentalmente, y no me refiero al "deberíamos" como una obligación, sino a lo que debemos escoger por nuestro bienestar, lo que si nos va a hacer bien. Por el contrario, decidimos y dejamos que nuestro corazón elija antes que nuestro cerebro. 

Definitivamente querer puede complicar las cosas, pero también puede ser un arma a favor de una relación, sobre todo cuando a quien más se quiere es a uno mismo. Si tomamos las decisiones pensando en lo que es conveniente para que la otra persona no se vaya y nos abandone porque "l@ quiero mucho", estamos decidiendo a favor de la codependencia y esa discusión inicial seguirá sonando una y otra vez por mucho tiempo porque no se le está dando solución al problema de origen. Si por el contrario, pensamos en lo que es mejor para un@ mism@, lo que nos hace bien, lo que vale la pena; si se pone en la balanza la situación pensada con la solución pensada por la otra persona (quien obviamente debe pensar en si mism@ primero), sabremos si de verdad vale la pena seguir adelante y evitar discusiones futuras sobre el mismo tema, porque éstas desgastan cada vez más la relación y no generan un ambiente óptimo para que ambos se desarrollen, crezcan, se fortalezcan y se nutran a la par. 

Abandonemos la anticuadísma fórmula del "amor sacrificado"... dejémoslo para nuestras tatarabuelas que ya están en su santa gloria. EVOLUCIONEMOS, HABLEMOS CLARO Y EMPECEMOS A CREAR ACUERDOS.

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